Una gran cantidad de evidencia científica ha demostrado que el ejercicio es bueno, no solo para nuestros cuerpos, sino también para nuestros cerebros.
Sin embargo, no se comprende exactamente por qué la actividad física beneficia al cerebro.
En un estudio reciente, los investigadores propusieron un nuevo modelo que se centra en el vínculo entre el ejercicio y el cerebro es un producto de nuestra historia evolutiva y nuestro pasado como cazadores-recolectores.
A medida que los humanos pasaron de una existencia de simios relativamente sedentaria a un estilo de vida de cazadores-recolectores más exigentes desde el punto de vista físico, comenzando hace aproximadamente 2 millones de años, comenzamos a realizar complejas tareas de búsqueda de alimento que eran simultáneamente física y mentalmente exigentes.
Esto puede explicar cómo la actividad física y el cerebro llegaron a estar tan conectados.
Tener esta comprensión subyacente de la conexión ejercicio-cerebro podría ayudar a los investigadores a encontrar maneras de mejorar aún más los beneficios del ejercicio.
También ayuda a desarrollar intervenciones efectivas para el deterioro cognitivo relacionado con la edad o incluso enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
En particular, las partes del cerebro más gravadas durante una actividad compleja como la búsqueda de alimento son las mismas áreas que parecen beneficiarse del ejercicio en los estudios.
Estas áreas desempeñan un papel clave en la memoria y las funciones ejecutivas, como la resolución de problemas y la planificación.
El nuevo modelo de capacidad adaptativa en el estudio podría ayudar a explicar hallazgos de investigación como los que muestran que los cerebros de los corredores parecen estar más conectados que los cerebros de los que no corren.
El modelo también podría ayudar a informar intervenciones para el deterioro cognitivo que a menudo acompaña al envejecimiento, en un período en la vida en que los niveles de actividad física también tienden a disminuir.
En el caso del cerebro, si no está suficientemente estresado, puede comenzar a atrofiarse. Esto puede ser especialmente preocupante, considerando cuánto se han vuelto los estilos de vida de los humanos sedentarios.
El equipo dice que las investigaciones futuras deberían analizar cómo los diferentes niveles de intensidad del ejercicio, así como los diferentes tipos de ejercicio o el ejercicio combinado específicamente con tareas cognitivas, afectan el cerebro.
Por ejemplo, ejercitarse en un entorno novedoso que plantea un nuevo desafío mental, puede resultar especialmente beneficioso.
Esperan que el modelo de capacidad adaptativa ayude a avanzar en la investigación sobre el ejercicio y el cerebro.